Una niña que ve con el alma
Tiene 9 años y ya escribió su primer libro. Pero no uno cualquiera. Nahiara Albornoz Rodríguez, estudiante de 5° grado en la Escuela Gobernador Díaz de Hernando, nació ciega. Y desde esa certeza, eligió crear un mundo propio, lleno de luces, bicicletas, castillos, mar y arena. Su cuento se llama La Princesa Ana, y está escrito en braille, con ilustraciones en relieve y una historia que, como ella, emociona hasta los huesos.
Una historia de superación que se vuelve colectiva
Lo que empezó como un proyecto escolar terminó transformando una comunidad entera. Familias, docentes, directivos, escuelas públicas y privadas unieron fuerzas para que esta historia sea posible. Porque cuando la inclusión deja de ser discurso y se vuelve acción, todo cambia: se abren puertas, se derriban muros y se construyen nuevos caminos.
Más allá de la vista: un libro que se siente
La Princesa Ana no solo cuenta la historia de una niña que invita a sus amigos a recorrer un castillo y descubrir un mar escondido. También nos invita a mirar con otros ojos. A sentir texturas, a imaginar olores, a escuchar con atención. Porque Nahiara no describe lo que ve, sino lo que percibe. Su sensibilidad se expresa en cada palabra, y en cada ilustración en relieve que acompaña el relato.
El poder de una red que abraza
Nada de esto hubiera sido posible sin el trabajo en equipo. La Escuela Gobernador Díaz y la Escuela Especial María Montessori formaron una dupla pedagógica potente. Desde el jardín de infantes, Nahiara fue acompañada por docentes que no bajaron los brazos. Incluso una de sus maestras, al no saber braille, decidió aprenderlo para poder guiarla. Otra, especialista en educación especial, fue clave para adaptar materiales y sostener el proceso. Y sus padres, Rocío y Alan, estuvieron ahí en cada paso, aportando dibujos, ideas y amor sin medida.
Cuando la educación se convierte en un acto de justicia
La historia de Nahiara es también la de un sistema educativo que, con aciertos y tropiezos, apuesta por la equidad. Porque hablar de inclusión no es solo hablar de rampas, lenguas de señas o textos adaptados. Es hablar de una voluntad colectiva de enseñar desde la empatía, de transformar las aulas en lugares donde cada niño y cada niña tenga su lugar, su ritmo y su voz.
El braille como puente, no como barrera
En un contexto donde los libros accesibles escasean, esta experiencia abrió una puerta enorme. Docentes se organizaron para transcribir cuentos, ilustradores pensaron en imágenes táctiles, lectoras ciegas compartieron sus saberes, y así nació la idea de producir una primera tanda del libro de Nahiara en tinta y en braille. ¿El resultado? Se agotó. Y con lo recaudado, se compró más equipamiento para seguir creando.
“Los sueños se cumplen si encontrás a las personas correctas”
La frase es de Victoria Esquivel, docente de la Escuela María Montessori, y resume el espíritu de esta historia. Porque detrás de cada logro de Nahiara hay una cadena de gente que creyó. Que apostó. Que se emocionó. Que comprendió que la inclusión no es una meta lejana, sino una práctica cotidiana que empieza en el aula y termina en la comunidad.
Cuando la lectura se vuelve un derecho real
El libro de Nahiara no es solo una historia linda. Es una interpelación profunda al sistema educativo. Porque cuando una niña ciega escribe un cuento que puede ser leído y sentido por otros niños con discapacidad visual, no solo está narrando: está abriendo caminos, sembrando preguntas, exigiendo respuestas.
Una niña, un libro y un futuro más justo
Nahiara es muchas cosas: escritora, hija, alumna, compañera. Pero, sobre todo, es símbolo. De lo que se puede. De lo que falta. Y de lo que vale la pena construir. Su cuento no empieza ni termina en una biblioteca. Su cuento se escribe todos los días en las aulas de Córdoba, donde hay miles de Nahiaras esperando que alguien les diga: sí, vos también podés.