En Instagram todos sonríen, en TikTok todos bailan, en Facebook todos tienen una vida ordenada. ¿Y vos? Vos mirás, comparás… y sin darte cuenta, te sentís peor.
Las redes sociales nos conectan con el mundo, pero también nos desconectan de nosotros mismos. Nos llenan de imágenes editadas, cuerpos filtrados, casas impecables, parejas siempre enamoradas y desayunos de revista. Pero detrás de esa pantalla, la realidad es otra. Y nadie la muestra.
La comparación constante: el virus silencioso
Te levantás, agarrás el celular y en menos de cinco minutos ya viste a tres personas que “la están rompiendo” con sus emprendimientos, una pareja que se fue de viaje y alguien que subió una selfie con abdominales marcados. ¿Cuál es el primer pensamiento que te cruza? “Yo no estoy haciendo nada con mi vida”.
Esa comparación constante no es inocente. Nos drena la autoestima, nos roba la paz y nos hace sentir menos. Pero lo que no vemos es que muchas veces esas publicaciones están editadas, posadas, armadas. No muestran la pelea que hubo antes de la selfie, el cansancio detrás del éxito, ni el cuerpo real sin filtros.
Jóvenes atrapados en el “modo escaparate”
La adolescencia siempre fue una etapa compleja, pero ahora se vive con el celular como espejo constante. Muchos chicos y chicas sienten que si no suben contenido “lindo”, no existen. Que si no consiguen likes, no valen.
Y eso no es vanidad: es vacío.
Se está construyendo una identidad basada en la aceptación digital. Y eso genera ansiedad, presión, frustración… incluso depresión. “¿Qué pasa conmigo si no encajo en lo que todos muestran?”, se preguntan muchos, en silencio.
Influencers, filtros y vidas de mentira
Una influencer muestra su rutina matinal perfecta: yoga, jugo verde, piel radiante, casa en orden. Lo que no cuenta es que esa misma mañana discutió con su pareja, su hijo no quiso desayunar y está ahogada en deudas.
Lo perfecto en redes es una ficción con buena luz.
Entonces, ¿por qué seguimos creyendo que eso es real? Porque las redes están diseñadas para eso: para que miremos, comparemos y consumamos. No para que nos sintamos bien.
Redefinir el juego: usar las redes y la IA para ser mejores
Está bien, ya entendimos: las redes pueden ser un bajón si las usamos mal. Pero también pueden ser una herramienta de empoderamiento brutal si las empezamos a usar con intención. ¿Y si en lugar de compararte, te inspirás? ¿Y si en vez de consumir, creás?
Seguí cuentas que te hacen pensar, emocionarte o aprender algo nuevo. Compartí contenido con propósito. Mostrá tu historia real, aunque no tenga filtros. Conectá con otros que están en la misma que vos. Eso también es posible. Las redes pueden ser un espacio de construcción, no solo de ficción.
Y lo mismo con la inteligencia artificial. La IA no está solo para reemplazarte o asustarte con el futuro. Está para ayudarte. Para enseñarte cosas nuevas, acompañarte en procesos creativos, ayudarte a organizar ideas, a escribir, a programar, a entender el mundo. Está para potenciar lo que ya sos, no para hacerte sentir menos.
Usadas con conciencia, la tecnología y las redes sociales pueden ser una puerta de entrada a una versión más despierta, más humana y más libre de vos mismo.
¿La clave? No dejar que te usen a vos para ganar seguidores. Vos usalas a ellas.